Netflix ya no solo quiere liderar el mercado de series. También quiere ser potencia en cine. Hasta ahora ha tenido más decepciones que alegrías, como Fe de Etarras o Bright. Pero eso parece que empieza a cambiar. A la espera del estreno de Roma de Cuarón, La Balada de Buster Scruggs y El Rey Proscrito son dos buenas puntas de lanza para lo que está por venir. En el caso de El Rey Proscrito, la película coge la historia allí donde la dejó Braveheart. La épica, por tanto, está asegurada. Escocia versus Inglaterra, escoceses contra ingleses. No hay faldas, pero sí buenas peleas y una historia real que engancha.
Si William Wallace no pudo más que cosechar una dura y aparente definitiva derrota en Falkirk, aquí la historia se mueve unos años adelante y nos presenta como protagonista a Robert Bruce, autoproclamado Rey de Escocia. Y claro, uno no se autoproclama Rey de Escocia sin esperar que los ingleses te vayan a cantar las cuarenta. Con eso ya tenemos argumento para montar un buen argumento y lanzar esta aventura medieval. Tampoco necesitamos mucho más, ¿no?
David Mackenzie (Comanchería) construye una película pensada y hecha para el disfrute del espectador. Maneja bien el ritmo del film, que arranca con un gran plano secuencia de casi diez minutos. Es cierto que a partir de este momento El Rey Proscrito gasta demasiado tiempo en presentar la historia y los motivos por los que ocurrirá todo, pero no se pega un tiro en el pie. Quizá podrían haber mejorado esta parte, pero es necesaria para lo que viene. Más teniendo en cuenta que le han cortado entre 20 y 30 minutos al film, con respecto a lo que presentaron en el Festival de Toronto.
Si en Braveheart teníamos puro heroísmo y epicidad, aquí Mackenzie apuesta por una mayor sobriedad y no presentar a unos como muy buenos y otros como muy malos. No. Esta es una historia más neutra, de grises, donde ninguno de los bandos se sale de lo que sería correcto moralmente para la época en función de sus intereses y necesidades. No verás a Robert Bruce como un héroe, ni tampoco a Eduardo I -enorme Stephen Dillane- o el Príncipe de Gales como despiadados enemigos.
Ese recorte en el metraje hace que muchos personajes pierdan su desarrollo y evolución. Esta solo la vemos en el protagonista, ese Robert Bruce muy bien realizado por Chris Pine -que sí, enseña el pene, pesad@s-. El resto nota que sus papeles se han visto menguados. Este motivo nos hace creer en una versión extendida en el futuro. Aunque esto sea más un deseo que una realidad. Y es que en su momento se llegó a hablar de que existía una versión de alrededor de las cuatro horas. Demasiadas, sí, pero si las dos horas de El Rey Proscrito nos han gustado, queremos más.
Las batallas están muy bien representadas, aunque en este caso toma una mayor presencia la guerra de guerrillas planteada por Robert Bruce. Apenas verás batallas a campo abierto, que hubieran sido un suicidio para el mermado ejército escocés. La batalla final en Loudoun Hill está bien lograda y resulta espectacular. Sin llegar, por supuesto, a esa gran película que es Braveheart. Pero el planteamiento escocés de la batalla queda muy bien conseguido y da esa sensación épica que El Rey Proscrito necesita.
Es cierto que no hablamos de una gran película, no está cerca de las mejores en este tipo de films. Pero El Rey Proscrito es entretenida, tiene a un Chris Pine enchufado y lo que plantea David Mackenzie en cuanto a realismo nos gusta. No es perfecta, pero funciona bien y no se hace nada larga. Al contrario, queremos ver el metraje completo. Lanzamos la petición a Netflix: señoras y señores de Netflix, ofrecer El Rey Proscrito en su totalidad.
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