En el camino es quizá la obra cumbre de la Generación Beat. Jack Kerouac poco menos que una especie de Dios para los fieles seguidores de aquel grupo de escritores que cambió formas en la literatura a mediados del siglo pasado. Con esos credenciales, y estando en mi biblioteca desde hace un tiempo, le he dedicado un tiempo este verano. El hype en mí era bastante alto. Y para mi desgracia, En el camino no ha llegado a satisfacer las expectativas.
Empecemos por lo básico. En el camino es un viaje, una especie de road movie primigenia y novelada, en la que Jack Kerouac nos cuenta sus idas y venidas con su variopinto grupo de amigos y conocidos. Mientras va de Nueva York a San Francisco; de Denver a México; Kerouac se deja perder entre monólogos alocados y paisajes lisérgicos. La droga, el sexo y el jazz son seña de identidad de una obra que tiene muchos mimbres para haberse convertido en algo así como un clásico personal.
Y sin embargo no. En el camino parte de una idea atractiva que acaba perdiéndose en una ruta circular que no lleva a ninguna parte. En los albores de la lectura todo resulta curioso e interesante, nos mantiene expectantes ante lo que está por llevar. El libro poco a poco nos absorbe en esa mágica locura con la que Kerouac nos cuenta unos relatos basados en hechos reales. ¿Qué ocurre para que todo cambie?
En el camino: ni los personajes, ni la historia, ni sus monólogos
Según avanza En el camino observamos que no hay nada más allá de lo que ya hemos visto. Es una repetición de lo que ya hemos visto en el inicio del libro. No hay un desarrollo en su trama o sus personajes, es un volver a lo mismo constante. Contado todo de esa forma tan peculiar de Jack Kerouac (Sal Paradise en el libro) que, personalmente, no ha terminado de engancharme del todo. Lo que parecía ser una interesante lectura veraniega se convirtió en una pesada carga que no veía final.
Acaba uno cansado de Dean Moriarty (Neal Cassidy) y sus monólogos sin sentido sobre la nada absoluta. Pocos personajes secundarios aportan algo de interés a la lectura. Acabo leyendo las últimas páginas con ansia de llegar al final, no por saber qué ocurrirá, sino por el hecho de terminarlo. Sí, podría haberlo dejado a mitad, pero había algo en mí que me pedía concluirlo, quizá para poder hacer esta reseña atípica de un libro tan bien valorado por la crítica general. Y sí, el final termina decepcionando, como no podía ser de otra manera.
Aún así uno es capaz de situarse en aquellos años 50 y 60 en los que este libro era casi una biblia para los movimientos contraculturales y entender el porqué de su éxito. Esa ruptura literaria con lo anterior, con otros libros contemporáneos, casó muy bien con el espíritu de aquella generación. Hoy esta road movie no ha envejecido tan bien como otros libros de compañeros de Generación Beat, como William S. Burroughs.
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